Ya resuenan las campanillas del caballo de la calesa blanca, se acerca por el paseo de los castaños. Con paso firme por el hábito de tantos viajes, altanero y observador, repasa las intenciones del viajero.
Una simple sacudida de su cabeza, haciendo tañir sus sonajeros, es la contraseña de aviso a Doña Rosario, la castañera del parque, para que le ofrezca un par de frutos a su paso. ¿Que simple verdad? ...como nuestras vidas.